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martes, 16 de septiembre de 2014

El mundo disperso (Spinetta)

   Cuando haya devorado, rumiado y digerido toda la obra de Spinetta, entonces, sólo entonces, comenzaré a leer poesía.
     Sin rencores ni desprecios a todos los Lorca, Alberti, Machado... Es simplemente una cuestión de prioridades; él llegó antes, y tuvo la habilidad de venir bien preparado, pues a sus letras les dio una melodía como vestido de gala,  y una voz tan especial como zapatos de cristal... Y me cautivó.  

    Y no siempre soy consciente de ello, hasta que una tarde cualquiera, como la de ayer, el capricho aleatorio del ipod escoge un tema como éste, y caes en la cuenta de que Luis Alberto intentaba congregar en torno a sí al mundo, ese mundo variado, diverso, en color y en blanco y negro, animado y mortecino... el mundo disperso. El mundo que intenta atraparnos y del que tanto dependemos, el mundo que a veces no queremos que se nos escape y que vamos "atrapando" en imágenes, recuerdos, libros, postales, miniaturas, souvenirs... y Spinetta nos advierte: ¿qué pasa si intentas reunir todos esos recortes... sin amor?  "nada por aquí, nada por allá..."




Una mancha más un pie dan una tierra, una tierra dorada.
 Y un filo en tu esfera intocable dan un clon, es el clon de la nada. 
Sólo prueba, prueba reunir el mundo disperso.
 Sólo prueba, prueba reunirlo...
 Las almas más las horas dan una vida que no puede quedarse.
 Y un deseo más un amanecer pueden dar un igloo, y que a la vez sea cierto.
 Y prueba, prueba reunir el mundo disperso.
 Prueba, prueba reunirlo sin amor...
 Nada por aquí, nada por allá.
 Hoy se han marchado las sirenas.
 Se han ido a las aguas, a las aguas imbebibles.
 No veo la hora de salirme de aquí.
 Tu tacto más la masa estelar dan, por fin, un teatro ilusorio.
 Y un mago y la dulce grieta dan un sombrero en el que zambullirse.
 Y prueba, prueba reunir el mundo disuelto.
 Sólo prueba, prueba reunirlo sin amor... Olvida mis heridas, piedras cerradas que se alejan para siempre...
 Uno sumado a dos son seis, ya que mi dos es doble, y mi uno también.
 Y la belleza más un tren que pasa dan, por fin, un testigo incierto.
 Y prueba, prueba reunir el mundo disperso, sólo prueba, prueba reunir el mundo disuelto, sólo prueba prueba reunirlo, sólo prueba, intenta...

Y entonces reparo en tanta delicadeza, en tanta exquisitez, en lo acertado de la composición y los elementos musicales escogidos.
    Y embriagado, escucho de nuevo su voz...




     Y casi al final, cuando entra la guitarra, cuando grita "la belleza más un tren que pasa" llego a la conclusión de que entre todos ellos, entre mis escogidos, Spinetta es el más grande.

  

      Pero es cierto que a veces nos aferramos al mundo, a las cosas, incluso a las personas y a nosotros mismos, con una aprehensión insana, básicamente por miedo al futuro y, por qué no decirlo, a la muerte o al más allá. Sin embargo...

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»
Tomás le dice:
-«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? »
Jesús le responde:
-«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.» (Juan 14, 1-12)